Puede que hayas normalizado un síntoma, lo tengas tanto tiempo que ya convives con él, crees que es parte de ti y no se irá nunca. Quizás es un dolor de rodilla, quizás es una falta de energía que te lleva a un estado emocional negativo o algún problema en la piel. A veces pueden ser cosas más repentinas como una caída o una mala digestión.
El cuerpo es un medio de comunicación, de hecho, esa es su principal función. El cuerpo también es un sistema que está hecho para mantener un perfecto equilibrio e interactuar entre el mundo interior y el mundo exterior. Es un sistema de sistemas, donde todo está relacionado y conectado, el sistema respiratorio tiene interrelación con el cardiovascular y este a su vez con el digestivo, y así sucesivamente. Nosotros como personas somos parte de un sistema también, somos un sistema dentro de otros sistemas, estos otros sistemas pueden ser el sistema familiar, profesional, cultural o social.
En este paradigma de entender que todo está conectado, ¿no crees que quizás haya otra causa diferente que esté manteniendo tu mal estar?

Esta es una de una las propuestas que se hacen en una sesión en Bioneuroemoción. Indagar sobre los factores emocionales que pueden estar influyendo en un problema de salud.
Como aclaración vale decir que los síntomas hay que tratarlos con todos los medios posibles enfocados en la medicina, pero el factor emocional ciertamente puede ser un gran complemento para tu recuperación.
Bien, quizás ya estemos un poco más abiertos a explorar la relación entre las emociones y el cuerpo, pero ¿Por dónde empezamos?
Ciertamente hay muchos estudios y bibliografía sobre el tema, pero vamos a explorar brevemente algunas de ellas para entender su dinámica.
Una manera de enfocarlo puede ser a través de la personalidad y comportamiento. Hay estudios que asocian que una personalidad inclinada al control, a el razonamiento, a reprimir emociones, a estar pendiente de las necesidades de los demás se puede asociar con enfermedades crónicas inmunitarias. Por el contrario, una personalidad rígida y autoritaria, con mucha autoexigencia, puede ser un factor de riesgo para enfermedades cardiovasculares.
Otra manera de verlo está asociada a los factores externos y la respuesta al estrés. El estrés es no es malo, nos prepara para afrontar situaciones de nuestra vida y maximizar nuestros recursos, pero niveles de estrés o cortisol altos extendidos en el tiempo pueden generar un desequilibrio a nivel físico, que luego desemboca en otros problemas. Podríamos usar de ejemplo una persona que la despiden del trabajo como un estresor externo, pero esta situación se podría percibir diferente si la persona se encuentra en un país extranjero lejos de su familia y amigos, ya que podría considerar que tiene menos recursos para afrontar esa situación generando un aumento sostenido de los niveles de estrés.
Como siguiente punto podemos ver los factores epigenéticos y familiares. Un evento percibido como muy estresante para alguna persona de nuestra historia familiar puede estar condicionando nuestra manera de ver el mundo. Un ejemplo podría ser una mujer que desarrolla alguna sintomatología cada vez discute con su pareja. Esta persona lleva una información de maltrato sostenido en el hogar por parte de su abuela y lo manifiesta en esta situación.
En resumen ¿Qué tienen en común todos estos enfoques?
El factor común son las relaciones interpersonales.
Nuestras relaciones con otras personas, nuestra manera de afrontar las diferentes situaciones y la percepción que tenemos de los mismos son la clave para poder comprender el impacto de las emociones en nuestro cuerpo. Entonces, poner el foco en ellas nos va a dar la pista del camino de regreso a casa.
Ahora que sabes esto, ¿Qué situaciones o personas se te vienen a tu mente?
Acuérdate que el cambio que anhelas se haya dentro de ti, no fuera.