Y si te dijese que en tus relaciones con otras personas se esconde la clave para encontrar tu verdadera identidad ¿Qué harías? En nuestro día a día nos relacionamos con diferentes personas constantemente. Claramente con algunos nos relacionamos con más frecuencia, o quizás tenemos interacciones de mayor contenido emocional que con otros, pero para el caso es lo mismo. Ahora bien, podríamos hacer un ejercicio mental.
Imagínate de repente que todas esas personas con las que interaccionas son una parte de ti mismo ¿cambiaría algo tu manera de interactuar con ellas?
Imagínate que cuando estas frente a tu jefe, en realidad estas frente a ti mismo, o que cuando estás con tu pareja estás viéndote a ti mismo también, al igual que cuando vas al club, o vas al mercado o estas con tus amigos.

Para conocerme, necesito un contrapunto, algo contra lo que medirme, si yo quiero saber mi distancia hacia la luna, necesito saber dos puntos, donde estoy sería el punto inicial y donde está el otro objeto hacia el cual quiero llegar sería el punto final. Por ende, sino tengo un punto de referencia no tengo manera de saber dónde estoy.
En el caso de las relaciones es igual, el estrés diario que tengo con ciertas personas de mi entorno, no importa lo grande o pequeño que sea, habla de mí, es mi contra punto donde yo puedo saber dónde estoy ahora. No solo un conflicto habla de mí, sino también lo que me gusta de los demás, lo que no me gusta, mi trato hacia ellos y el trato que tienen ellos hacia mí, un feedback o las opiniones que recibo.
La principal dificultad reside, sobre todo en situaciones de conflicto, en que creemos y estamos convencidos de que el otro es el responsable de mi incomodidad o mi mal estar. Nos posicionamos en un rol de víctima, donde decidimos que lo de afuera está incorrecto y que eso es lo que debe de cambiar, y nos quedamos anclados en una situación repitiendo las mismas conductas y patrones una y otra vez. Este tipo de pensamiento no nos lleva más que al estrés crónico y a tener una constante sensación de lucha contra todo lo que nos rodea.
Es por eso, que en una sesión, trabajaremos en la Inversión de Pensamiento, que básicamente es poder comprender qué información esconde de nosotros esas situaciones, qué es lo que no estoy reconociendo en mí que hace que repita mi manera de actuar, que o cuál es mi próximo paso a dar en mi vida para avanzar.
En la explicación teórica suena todo muy correcto, pero aceptar el desafío de vivir en ese estado de inversión de pensamiento, estando alerta a tus reacciones emocionales y dejando de culpar a los demás al principio cuesta, hay que entrenarlo hasta hacerlo un hábito, pero se puede lograr.
Cuando logras empezar a ver todas las personas como una oportunidad de conocerte y de descubrir un tesoro escondido, tus relaciones comienzan a cambiar ciertamente. Tus reacciones emocionales dejan de ser tan exageradas y piensas antes de actuar, entendiendo que todo lo que ocurre habla de ti y que la clave del cambio se halla en ti y no en los demás.
Este es el regalo que las relaciones nos hacen, poder salir de la posición victimista en la que podemos estar viviendo y comenzar a ser responsable de lo que nos ocurre. Entender que las otras personas nos complementan y que, por ende, el problema que creemos que está fuera en realidad siempre estuvo dentro, pero no como un problema, sino como una oportunidad de ser personas más completas.
¿En qué paradigma deseas vivir?
El cambio que anhelas está en ti.